Bienvenido o bienvenida al podcast XYZ. Hoy te traemos un tema de profundidad, la esperanza de vida y la resurrección desde el punto de vista de la ciencia. Puedes escuchar nuestro podcast o leer el siguiente artículo. Esperamos que sea de tu agrado.
INTRODUCCIÓN
En el episodio de hoy del podcast XYZ te invito a venir conmigo en un viaje sobre esperanza de vida y resurrección. ¿Te interesa?… Adelante.
Podcast XYZ: Esperanza de vida y resurrección
Los seres vivos nacen, intercambian materia y energía con el medio que les rodea, realizan las funciones básicas de nutrición y reproducción y finalmente mueren. La muerte es una parte esencial de la vida pues todo lo que tiene un principio tiene que tener un fin. Sin muerte no existiría la evolución y sin evolución no existiría la vida. La evolución requiere renovación para que las especies sean capaces de adaptarse a los cambios del entorno.
Esto es muy bonito desde el punto de vista global de una especie, pero desde el punto de vista de un individuo aislado es mucho más difícil de asumir. ¿Cuánto podemos esperar vivir? ¿Por qué vivimos el tiempo que vivimos? ¿Por qué no vivimos 3 años como las ratas o 200 años como las tortugas? ¿Cuál es la clave de nuestra longevidad y cómo podemos esperar que ésta evolucione en los próximos años? ¿Es la muerte irreversible? ¿Es posible la resurrección desde el punto de vista de la ciencia? ¿Qué investigaciones se están llevando a cabo hoy en día en este sentido?
En el episodio de hoy del podcast XYZ te invito a venir conmigo en un viaje para responder a todas estas preguntas, un camino en el que nos plantearemos los límites del ser humano un episodio sobre esperanza de vida y resurrección. ¿Te interesa?… Adelante.
¿CUÁNTO PODEMOS ESPERAR VIVIR?
¿Cuánto vive el homo sapiens? La esperanza de vida de los Hazda, es decir, la edad media que alcanzan los integrantes de su comunidad, es de 35 años.
Podcast XYZ: Esperanza de vida y resurrección
Según la Organización Mundial de la Salud (la OMS), el término esperanza de vida hace referencia al número promedio de años que se espera que viva una persona al nacer, o los años de vida que le quedarían por vivir al alcanzar una determinada edad. Por el contrario, la esperanza de vida saludable sería los años de vida que se espera que una persona viva sin padecer enfermedades crónicas o de otro tipo. En este sentido, alargar la esperanza de vida de una sociedad no solo significa reducir la mortalidad de las personas de edad más avanzada, sino también garantizar la salud de los más jóvenes
Esperanza de vida en la prehistoria
Pero en lugar de comenzar hablando del final, vamos a comenzar hablando del principio. La esperanza de vida del homo sapiens como especie dista significativamente de la esperanza de vida que disfrutamos los humanos en esta época. Para saber cuánto vivía el homo sapiens prehistórico se ha estudiado la longevidad de las comunidades humanas que a día de hoy siguen viviendo como vivían nuestros antepasados, desprovistos de todas las ventajas y comodidades asociadas al progreso y la medicina.
Por ilustrar esta idea vamos a analizar a Los Hazda, una población humana que habita en Tanzania. Los Hazda cazan animales salvajes, recolectan miel en la estación lluviosa y escarban la tierra para obtener tubérculos y raíces. Tienen una forma de vida muy similar a los antiguos humanos prehistóricos. No tienen agua corriente ni tratamiento de aguas residuales, defecan en una zona situada a unos 30 metros de su campamento y viven en un ambiente repleto de patógenos y parásitos sin recibir nunca atención médica. En este pueblo casi 3 de cada 4 muertes se produce a causa de infecciones.
La esperanza de vida de los Hazda, es decir, la edad media que alcanzan los integrantes de su comunidad, es de 35 años. Pero en este tipo de poblaciones la mortalidad infantil es altísima, uno de cada tres niños que nacen sanos no alcanza la edad adulta. La esperanza de vida de un Hazda que llega a los 20 años, es de 60 años y hay individuos que viven perfectamente hasta los 80. Todo esto sin avances médicos ni técnicos. ¿Es mucho? ¿Es poco? Para establecer una comparativa de la longevidad del homo sapiens tenemos que buscar a nuestro pariente vivo más próximo, el chimpancé.
La Esperanza de vida del chimpancé
Los chimpancés tienen una esperanza de vida al nacer de 13 años, viven mucho menos tiempo que el homo sapiens y envejecen mucho más rápido que nosotros. De hecho, en comparación con otros primates, nuestra especie es la más longeva con diferencia. El esmalte dental de los restos de antiguos homínidos que hemos encontrado nos cuenta cuanto vivían nuestros ancestros y nos permiten calcular cuál era su esperanza de vida. Los Austrolopitecus, que habitaron en África hace 4,4 millones de años, raramente superaban los 30 años de edad. Esto sumado a una mortalidad infantil elevadísima les permitía alcanzar una esperanza de vida muy cercana a la del chimpancé y muy lejana a los 35 años que viven los Hazda.
¿Por qué el homo sapiens vive mucho más que el chimpancé? Debe haber una causa evolutiva y un momento en que nuestra línea evolutiva se hizo más longeva que la del chimpancé. Los chimpancés actuales recorren grandes territorios en busca de comida y se alimentan principalmente de higos y otras frutas maduras. Aunque pueden cazar pequeñas presas, no persiguen deliberadamente a otros animales para alimentarse de carne con regularidad. La carne solo aporta menos del 5% de su dieta.
Los primeros homínidos tenían una dieta similar al chimpancé, principalmente vegetariana. Pero hace entorno a 3 millones de años inventamos herramientas sencillas que nos permitieron cortar la carne en tiras y romper los huesos para extraer la médula. Gracias a esto nos convertimos en carroñeros alimentándonos de animales recién muertos y restos que habían dejado otros carnívoros. Más tarde, hace 1,8 millones de años, los humanos empezamos a practicar la caza activa y hace al menos 1 millón de años empezamos a cocinar los alimentos. Todos estos cambios hicieron que nuestros antepasados incorporaran a su dieta alimentos con proteínas de origen animal.
Causas del aumento de la esperanza de vida del homo sapiens
Gracias a este aumento de carne en nuestra dieta el cerebro de los homínidos evolucionó y creció hasta alcanzar el tamaño actual. Sin embargo esta nueva forma de alimentarnos también nos expuso a nuevos riesgos. Como carroñeros empezamos a comer carne cruda y vísceras en descomposición que contienen patógenos infecciosos, como cazadores nos arriesgamos a sufrir heridas y traumatismos susceptibles de derivar en infecciones mortales y al cocinar los alimentos al fuego nos exponemos a respirar altos niveles de toxinas y partículas de hollín.
En estas circunstancias, la selección positiva favoreció a aquellos individuos que disponían de un sistema inmunitario más fuerte para sobrevivir a estos nuevos riesgos. Con el tiempo, solo sobrevivieron los humanos con un sistema inmunitario mejorado. Genéticamente, solo nos diferenciamos un 1% del chimpancé. En ese 1% está la necesidad de comer proteínas de origen animal y el perfeccionamiento de nuestro sistema inmunitario para adaptarnos a los riesgos asociados a esta nueva dieta.
Las pruebas antropológicas, genéticas y médicas proponen que esta es la causa de nuestra longevidad. La ingesta de carne nos puso en riesgo de infecciones pero la selección natural positiva nos hizo mejorar nuestro sistema inmunitario alargando sensiblemente nuestra esperanza de vida. Es curioso que al ponernos en mayor riesgo hayamos conseguido ser más fuertes y longevos, pero a veces, así funciona la evolución.
¿Cuál es el límite de la longevidad?
Hoy en día, la esperanza de vida de una mujer al nacer en España supera los 86 años, mientras que en los hombres es de 81, aunque estos datos es probable que haya que matizarlos debido a la pandemia. De un modo u otro, las mujeres habitualmente suelen vivir más que los hombres. Solo 2 de cada 10.000 personas alcanzan la edad de 100 años. La persona registrada que más ha vivido es Jaanne Louise Calment, una mujer francesa que alcanzo la increíble edad de 122 años.
Gracias a los avances en medicina e higiene, nuestra longevidad ha ido creciendo de forma muy significativa en las últimas décadas. Nunca antes en la historia habíamos vivido tanto. Sin embargo, no sólo cambia nuestra esperanza de vida. También lo hacen las causas por las que morimos. A medida que la mortalidad por enfermedades cardiovasculares desciende, aumentan significativamente los casos de demencia (como por ejemplo el Alzheimer). Hay investigaciones que afirman que existe un límite máximo de tiempo que nuestro cerebro puede vivir. Nos hemos acercado tanto a ese límite que va a ser imposible que la esperanza de vida siga aumentando al mismo ritmo que hasta ahora.
Por eso, las investigaciones médicas actuales no están tan orientadas a alargar la vida como a retrasar el envejecimiento y a mejorar la calidad del tiempo que vivimos. En la última fase de nuestra vida somos mucho más vulnerables a enfermedades e incapacidades. Nuestra esperanza de vida saludable no ha crecido al mismo ritmo que nuestra esperanza de vida. Esto significa que a medida que vivimos más años, también se prolonga el tiempo en que somos dependientes de otros. No obstante, los avances siguen siendo extraordinarios. Teniendo en cuenta el ritmo de los avances médicos actuales, en los próximos 40 años es plausible un aumento de entre el 25 y el 50 % de la longevidad sana.
Longevidad y alimentación
Lo que sí sabemos con certeza es que para garantizar la longevidad y la calidad de vida, uno de los factores que sin duda debemos controlar es la alimentación. La ingesta de frutas y verduras abundantes y la alimentación a base de alimentos integrales y bajos en azúcares son ejemplos obvios que sabemos perfectamente que funcionan. Pero no se trata solo de qué comemos sino también de cuánto comemos.
Hay evidencias que ponen de manifiesto que una sobre alimentación acelera el envejecimiento y causa que las células de nuestro sistema inmune respondan mandando señales de alarma e indicando que algo no va bien. Esta respuesta del sistema inmune produce una inflamación generalizada y es causa de las principales enfermedades relacionadas con la edad, incluyendo las cardiovasculares, el cáncer, y la demencia. Atiborrarse a comer con regularidad acorta la vida muy significativamente. Ironías de la evolución. La alimentación carnívora que sirvió a nuestros antepasados para el desarrollo cerebral y la mejora del sistema inmune, ahora, como consecuencia de nuestro sedentarismo y nuestra sobrealimentación, acorta nuestra vida.
Por supuesto, una restricción calórica extrema no es buena en absoluto. Pasar hambre hace que nuestros órganos no reciban los nutrientes necesarios para realizar sus funciones básicas. Esto es especialmente grave en las fases vitales del crecimiento, donde la restricción calórica provoca graves problemas de desarrollo, por ejemplo, a nivel cerebral. Como en casi todas las cosas de la vida, el gusto está en encontrar el equilibrio. Los estudios demuestran que una alimentación equilibrada y variada alarga la vida. Es así de sencillo.
¿ES POSIBLE LA RESURECCIÓN?
La palabra resurrección viene del latín resurrectio, que literalmente significa levantarse de nuevo. En castellano definimos la resurrección como la acción y efecto de resucitar, de volver a la vida después de la muerte.
Podcast XYZ: Esperanza de vida y resurrección
Todo lo que tiene un comienzo, tiene un final. Es una consecuencia irrefutable de la segunda ley de la termodinámica. El desarrollo del lóbulo prefrontal cerebral del homo sapiens le permite pensar en su propia muerte y entender sus implicaciones y consecuencias. Pensar en la muerte es perturbador. Curiosamente, la muerte no produce el mismo miedo en el resto de animales. Aunque es cierto que algunos sufren por la pérdida de sus crías o compañeros, nada demuestra que simios, perros o cuervos tengan suficiente consciencia de su propia mortalidad. Por tanto, la angustia sobre la muerte es una adaptación evolutiva única de los homínidos. Tal vez sea un pequeño precio que debemos pagar por nuestras extraordinarias capacidades cognitivas, la letra pequeña del contrato en el que aceptamos nuestra habilidad de reflexión, inferencia, planificación, control de emociones y toma de decisiones.
Las creencias filosóficas, espirituales o religiosas de cada uno le hacen enfocar de una forma diferente la muerte y yo no tengo intención de contaros mis creencias ni soy nadie para poner en valor las creencias de los demás. Voy a hablar desde un punto de vista científico y lo que sí parece claro es que la muerte, estrictamente hablando, es un proceso irreversible. ¿Y si te dijera que eso no es verdad?
La palabra resurrección viene del latín resurrectio, que literalmente significa levantarse de nuevo. En castellano definimos la resurrección como la acción y efecto de resucitar, de volver a la vida después de la muerte. Por lo tanto la resurrección está relacionada con la definición de muerte. En función de cómo definamos la muerte definiremos la resurrección. Pero el concepto de muerte no es estático sino que ha cambiado a lo largo de la historia y no siempre se ha definido de un modo claro y conciso desde un punto de vista científico o médico. Te voy a contar algunos ejemplos muy interesantes
Catalepsia
Hasta hace pocos siglos el método médico que existía para detectar el fallecimiento de una persona era la detención de la respiración o del latido del corazón. Dicho llanamente, si no respira y el corazón no late la persona está muerta. Sin embargo, durante el siglo XVIII se descubrió la catalepsia, un trastorno repentino del sistema nervioso, consecuencia de ciertas enfermedades. En la catalepsia el cuerpo de la persona puede yacer inmóvil y sin signos vitales pero tras un tiempo, que puede ser de hasta tres días, vuelve a la vida.
Para las personas del siglo XVIII que no conocían este trastorno, presenciar un caso de catalepsia era literalmente presenciar una resurrección. Una persona clínicamente muerta que se levantaba de nuevo y vuelve a la vida. Hoy en día no hay que preocuparse por este trastorno, un electroencefalograma revela que a pesar de no haber constantes vitales, la persona sigue viva, pero a finales del siglo XVIII y principios del XIX esto fue un problema muy importante.
Existen muchas referencias a personas que fueron enterradas vivas. El miedo era tan real que se crearon sociedades cuyo objetivo era evitar que sus integrantes fueran enterrados vivos. La histeria llego al punto de que incluso se fabricaron ataúdes de seguridad, con sistemas de respiración, campanas interiores para que el muerto pudiera alertar de que estaba vivo y hasta pequeñas bibliotecas para matar el tiempo mientras esperabas a que te sacaran de allí. Por esto surgió la costumbre velar a los fallecidos durante varios días antes ser enterrados.
Respiradores mecánicos y marcapasos
A mediados del siglo XX la invención de los respiradores mecánicos y el marcapasos nos obligaron a redefinir el concepto de muerte. Si la muerte es dejar de respirar, un respirador artificial puede hacer resucitar a una persona. Si fallecer supone que el corazón deje de latir, un marcapasos es capaz de traer a una persona de vuelta a la vida.
Los avances médicos modernos han desvinculado la defunción del aparato cardiopulmonar para asociarlo con el funcionamiento del cerebro. El lugar anatómico que representa la vida ya no es el tórax sino el encéfalo, donde se coordina la mente, el pensamiento y la acción. Actualmente, la muerte clínica se produce cuando deja de llegar sangre y por lo tanto oxígeno al cerebro durante unos minutos. Es la perdida completa y permanente de las funciones cerebrales. Dicho llanamente, si muere el cerebro, muere la persona.
Gracias a los respiradores mecánicos y los marcapasos hemos sido capaces de retrasar el momento de la muerte y traer de nuevo a la vida a personas que antes del desarrollo de esa tecnología habrían sido consideradas muertas. Para un médico anterior a estos desarrollos, esas personas han regresado de la muerte, han resucitado. ¿Y si fuéramos capaces de hacer algo parecido con la muerte cerebral? ¿Es posible resucitar a nuestras neuronas después de que hayan dejado de funcionar? Entiendo que esta pregunta puede producir algo de… vértigo
Experimentos en cerebros de cerdos
Recientemente se han realizado experimentos para intentar la resurrección cerebral de cerdos que llevaban cuatro horas muertos tras ser sacrificados en un matadero. Las complicaciones éticas y morales de estos experimentos son incuestionables y la sensación de rechazo que puedes tener ahora mismo a lo que te estoy contando es natural. Pero la ciencia a veces es así, el miedo a la muerte del ser humano es muy fuerte y estos experimentos pueden llegar a salvar vidas algún día.
En estos experimentos se diseño un circuito de perfusión que actúa como un corazón artificial y que bombea una mezcla artificial de sangre y fármacos a un cerebro aislado y muerto. La magia de este experimento es la composición exacta de la solución bombeada. La sangre irriga el cerebro con oxígeno para evitar que las células cerebrales sufran más daños y los fármacos son capaces de reducir parcialmente los daños generados por la falta de oxigeno desde el momento de la muerte.
El experimento que comento consiguió resultados sorprendentes. Cuatro horas después de la muerte y tras ser conectados a este sistema durante seis horas, la red vascular del cerebro de los cerdos funcionaba adecuadamente, los daños celulares se revirtieron sensiblemente y las neuronas del cerebro comenzaron de nuevo a consumir oxígeno y glucosa, lo cual demuestra cierta actividad metabólica. En este experimento los investigadores consiguieron el restablecimiento de la circulación y las funciones celulares de un cerebro después de haber estado 4 horas muerto.
Resurrección cerebral
Los fármacos utilizados tenían también el propósito de inhibir cualquier respuesta consciente del cerebro y por eso no se observaron las ondas cerebrales propias que muestra un cerebro consciente. Aunque el cerebro del animal pudo “volver a la vida” durante un rato el cerdo no fue consciente de ello. Intentar traer de vuelta a la vida a una criatura consciente en el contexto en el que estamos hablando sería extremadamente cruel y por eso precisamente se bloquearon las funciones neuronales relacionadas con la consciencia.
Aún así, se extrajo una fina sección de tejido neuronal a la que aplicaron corrientes eléctricas y comprobaron que algunas neuronas respondían adecuadamente generando el impulso eléctrico característico de un sistema nervioso funcionalmente sano. No sabemos qué hubiera pasado si no hubieran inhibido la respuesta consciente del animal… pero todo parece indicar que es posible que hubiera experimentado algún grado de consciencia al menos de forma parcial. Por ejemplo, podría haber evocado recuerdos o experimentado sensaciones corporales.
¿Se puede aplicar esta técnica al cerebro humano? Si la técnica funciona en cerdos podría llegar a funcionar en seres humanos. Las intervenciones neuroquirurgicas se prueban sistemáticamente en cerdos antes de pasar a las personas. ¿Debemos hacerlos? Obviamente no hasta que sepamos que un cerebro reanimado de este modo presenta una actividad neuronal típica de un cerebro sano y para eso sería necesario realizar muchísima investigación después de abordar y aclarar sus implicaciones.
Consecuencias
No voy a hacerte sufrir más con este tema tan truculento pero quiero que entiendas que este experimento es un punto de partida para el desarrollo de algo así como un desfibrilador cortical que pudiera recuperar un cerebro que hubiera muerto hace pocas horas de una causa no natural. Este “desfibrilador cortical”, igual que en su día hicieron los respiradores mecánicos y los marcapasos, sería capaz de resucitar a alguien que desde el punto de vista de la medicina actual está muerto
¿Es moralmente aceptable? Hay que detenerse a sopesar cuestiones médicas, científicas, jurídicas, éticas, filosóficas y políticas. Pero en el ser humano el miedo a la muerte es innegable y la esperanza de resurrección es tan fuerte que tarde o temprano, en algún lugar del planeta, alguien lo hará. Quizás sea necesario esperar décadas, pero la ciencia siempre ha funcionado así. Hay muchas personas que experimentan ciertas dudas ante algunos hallazgos científicos incipientes que más tarde, con el tiempo, son asumidos por la sociedad.
Imagina un futuro, tal vez no tan lejano, en el que podamos curar a una persona que haya muerto en un accidente, por ejemplo ahogada, electrocutada o por un infarto. Esto es pura especulación mía, pero si esta técnica se desarrollara satisfactoriamente y siempre que el sustrato fisiológico del cerebro de la persona afectada quede intacto, todas esas situaciones serían potencialmente reversibles.
CIERRE
No hay luz sin oscuridad ni alegría sin pena. No podemos saber cuánto tiempo nos queda pero si podemos decidir qué hacer con ese tiempo.
Podcast XYZ: Esperanza de vida y resurrección
Tenemos que ser conscientes de la enorme suerte que hemos tenido al nacer en la época en la que vivimos. Nunca antes el ser humano había vivido tanto tiempo ni en unas condiciones tan favorables como las que tenemos en este momento. La genética individual de cada persona condiciona su esperanza de vida y eso es algo que no podemos cambiar, pero si podemos actuar para prolongar nuestra longevidad y sobre todo nuestra esperanza de vida saludable, con una alimentación equilibrada y una vida activa.
El miedo a la muerte es lógico y la angustia por lo que pueda haber o no haber tras ese proceso es algo inherente al ser humano y es un pequeño precio que debemos pagar por poder hacer uso de un cerebro con unas capacidades excepcionales. Que la muerte sea algo normal no lo hace más agradable, pero si nuestra vida en este planeta fuera eterna dejaríamos de valorar los momentos especiales que vivimos. No hay luz sin oscuridad ni alegría sin pena. No podemos saber cuánto tiempo nos queda pero si podemos decidir qué hacer con ese tiempo. Mi consejo es aprovecharlo al máximo.
Referencias del Podcast XYZ: Esperanza de vida y resurrección
Larga Vida – Heather Pringle
Vivir hasta los 120 años – Bill Gifford
¿Es reversible la muerte? – Christof Koch
Diagnóstico de muerte: aspectos médicos y éticos de la muerte encefálica – Miguel Casares
13 espeluznantes casos de personas enterradas vivas: Los muertos vivientes – Héctor Fuentes
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